MOVIMIENTO LACANIANO - MVD - URUGUAY
  LITERATURA
 



ARticulos:



Literatura y psicoanálisis - marcelo a. pérez (ARG)

No todo goce es sexual - MArcelo Real


Buda y Lacan
 - Marcelo Augusto Pérez

JAmes Joyce y el Síntoma - Araceli Fuentes








Literatura & Psicoanálisis


“La literatura es mentir bien la verdad.”

Juan Carlos Onetti


Literatura,
Lituraterra, juego homofónico que Jacques Lacan se permite en un texto –escrito, no oral- que realiza en el Seminario XVIII (De un discurso que no sería del semblante; 1971.) “del equívoco del que Joyce (James Joyce, digo) desliza de a letter a a litter, de una letra (traduzco) a una basura.” (Op.Cit.).




                                   No todo goce es sexual

TRAZAS Revista de Psicoanálisis y Cultura - Espacio Lacaniano – Año 2 –No 4

Marcelo Real  marcelo.real@adinet.com.uy

“¡Qué bella eres, amada mía!

Mejores son que el  vino tus tetas;

¡Qué hermosas tus tetas, hermana mía, novia!

Hay miel y leche debajo de tu lengua.

Las curvas de tus caderas son como collares.

Tu ombligo es un ánfora redonda,

 donde no falta el vino.

Tus dos tetas, cual dos crías mellizas de gacelas.

 

¡Qué hermoso eres, amado mío, qué delicioso!

Yo soy para mi amado, y hacia mí tiende su deseo.

¡Soplad en mi huerto, que exhale sus aromas!

¡Entre mi amado en su huerto

 y coma sus frutos exquisitos!

¡Oh, ven, amado mío, salgamos al campo!

Allí te daré mis tetas.”

 

Cantar de los Cantares (pedazos)*

 El Cantar de los Cantares (V – IV AC)  es una colección de cantos que ha sido objeto de debate respecto a su status en el canon de los libros de la Sagrada Escritura.

Sin embargo, si bien la exégesis moderna se inclina por el sentido literal, tanto judíos como cristianos han alegorizado esta poesía erótica. Los primeros han leído en ésta las relaciones entre Yahvé y su resto, el pueblo elegido. El cristianismo la ha convertido ya en una representación de las relaciones entre Jesucristo y su Iglesia, ya de la unión mística del alma con Dios.

Los místicos han retomado los “divinos cantares de Salomón”[1] para metaforizar las relaciones entre el alma y Cristo. Entre ellos, descuellan dos textos de los carmelitas descalzos: Conceptos del Amor de Dios, quemado por la Inquisición española, de Santa Teresa de Ávila (1515-1582); y Cántico espiritual compuesto por San Juan de la Cruz (1542-1591)[2] en la prisión de Toledo, donde estuvo encerrado por su reforma monástica.   

¿Cómo goza una mujer?

Lacan recurre a los escritos místicos para investigar el goce femenino. En la Ética, señalaba cómo la imagen de Jesús Crucificado domina el fantasma de la mujer, más aún, del sujeto occidental, llevándolo a encontrar goce en el sufrimiento (clase 20).

Pero en Aún da un paso más. Allende este goce perverso, reconoce un goce suplementario a la función fálica[3]. A propósito del mismo, Santa Teresa de Jesús, comentando el verso del CantarMejores son que el vino tus tetas”, en el cap. IV de los Conceptos describe, para las monjas de la Orden religiosa que ella misma fundó, la experiencia de este goce sublime: como un niño no entiende cómo crece, ni sabe cómo mama, que aún sin buscar la teta, a veces le ponen el pezón dentro de la boca, así el alma no sabe cómo le vino el mayor bien que en la vida se puede gozar cuando el Señor la toma por esposa. “Déos nuestro Señor a entender, o por mejor decir, a gustar (que de otra manera no se puede entender) cuál es el gozo del alma cuando está ansí. Allá se avengan los del mundo con sus riquezas, y señoríos, y con sus deleites, y con sus honras, y sus manjares, que si todo lo pudiesen gozar sin los trabajos que traen consigo (...) no llegará en mil años al contento que en un momento tiene un alma, a quien el Señor llega aquí”. Como S. Juan de la Cruz lo articula en su explicación del Cantar, dar a gozar de los pechos de Dios, metaforiza el don del amor (Cántico Espiritual, Canción 27, declaraciones 1-3)[4].

Al ver la estatua de Bernini (ver imagen supra.), Lacan comprendía que Teresa goza de una forma que no es fálico-sexual. “¿Y con qué goza? Está claro que el testimonio esencial de los místicos es justamente decir que lo sienten, pero que no saben nada [5]. En este sentido, en el prólogo a las Canciones entre el alma y el esposo, Juan de la Cruz exclama: “Porque, ¿quién podrá escribir lo que a las almas amorosas, donde él mora, hace entender? Y ¿quién podrá manifestar con palabras lo que las hace sentir? Y ¿quién finalmente lo que las hace desear?”. En efecto, su goce escapa al despotismo del significante (fálico).

Lacan lanza, entonces, la siguiente interrogante: “¿Y por qué no interpretar una faz del Otro, la faz de Dios, como lo que tiene de soporte al goce femenino?” (Aún, 6). Es éste el rostro de Dios escondido en el alma–castillo, en el cual el Amo tiene su morada, y que Juan en el Cántico exalta:”¿Qué más quieres, oh alma, y qué más buscas fuera de ti, pues dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino, que es tu Amado, a quien desea y busca tu alma? Gózate y alégrate en tu interior recogimiento con él, pues le tienes tan cerca” (1, Declaración .

Ambos místicos han señalado la diferencia del goce femenino respecto a los emblemas fálicos regidos por la lógica del tener-no tener como: el capital, el poder y el prestigio. Por ello, muestran el corte que han realizado con estos falos, aquellos sobre los cuales la burguesía naciente de su época fundará el capitalismo.

 Topología de los goces

El goce sexual-fálico

En la conjunción de lo Imaginario con lo Real se sitúa el goce (femenino) del Otro. La mística da cuenta de este goce que va más allá del ser hablante y sus símbolos fálicos, aunque luego sea necesario enlazarlo a lo simbólico, mediante la escritura.

Al Otro del goce femenino los místicos lo nominan “Dios”, pero Dios en tanto es el Amado, diferente al Dios de los filósofos. Éste ya no es tomado como falo, pues no es desde la carencia que se produce el “éxtasis” o “arrobamiento” místico, sino desde un amor que no espera nada del Otro, sino gozarse en el Otro mismo.

Por ello, no es en tener visiones, estigmas, entendimiento (en la medida que éstos se convierten en falos imaginarios) que se mide el amor de Dios, sino en la Noche Oscura de la fe a la que se llega cuando se corta con ese goce fálico[7]. Tampoco este amor a Dios pasa por el camino del sacrificio, del ayuno, la abstinencia o las flagelaciones, que conduce al fantasma perverso de la crucifixión del Hijo del Hombre donde lo fálico es llevado al extremo de gozar con un Otro sádico.

 Implicaciones clínicas

Ahora bien, esto no es sólo una cuestión religiosa; tiene efectos en la clínica. Uno de ellos se da siempre que el hombre se presta a que la mujer le atribuya el Ser Supremo (el Otro divino) en lugar del ser contingente y no necesario para ella (el Otro sexo). Parafraseando a Lacan, decimos que el goce del hombre que se presta a que la mujer lo tome por Dios, no es signo de amor. Mientras el sujeto no pueda cortar con el goce sexual de ser el falo para una mujer, el centro sobre el cual ella gira y pende, no realizará el goce del Otro.

Eso lo podemos apreciar a menudo en nuestro trabajo con adictos donde, a pesar de las diferentes estructuras de los sujetos, redunda esta posición subjetiva: el hombre se sitúa como un Dios para su pareja, ésta última está a su lado incondicionalmente, a pesar de lo que haga y, por ello, no puede amarlo, no tiene otra chance más que gozar cruelmente de él: vigilando que no se drogue y castigándolo cuando consume. En él, a su vez, suele haber un goce mortífero que la anula como sujeto, haciendo que sólo viva y se sacrifique por y para él. Muchas veces esto se acompaña de síntomas de impotencia y pérdida de iniciativa sexual en ambos partenaires.

Ahora bien, en el análisis no se trata a estos sujetos para que sean más libres y felices, maduren, hagan el bien, no hagan cosas malas -como drogarse-, o mejoren sus placeres de alcoba, sino para que amen (La transferencia, 1). Pues es precisamente el amor lo que se deja a un lado en este consumo, y asimismo en nuestra sociedad de consumo que obedece al mandato de un goce fálico-sexual que termina siendo un estorbo para el amor (O Peor, 5).

Por eso, tanto Lacan como Foucault se han obstinado en advertir que la subversión no se realiza por la vía de la sexualidad –de allí su crítica a Sade y a la revolución sexual- puesto que la misma está sujeta al fantasma perverso y a las técnicas polimorfas del poder.

 

Referencias bibliográficas

-           Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1975.

-           Foucault, M., Historia de la sexualidad. La voluntad de saber25, Siglo XXI, México,1998.

-           Freud, S., La interpretación de los sueños (1900); Conferencias de Introd. al psicoanálisis (1916-17)

-           Obras de San Juan de la Cruz3, Tipografía de “El Monte Carmelo”, Burgos, 1943.

-           Obras de Santa Teresa de Jesús2, tomo III, Biblioteca del Apostolado de la Prensa, Madrid, 1920

-           Seminarios de Jacques Lacan: 7. La ética del psicoanálisis (1959–1960); 8. La transferencia (1960-1961); 19. O peor (El saber del psicoanalista) (1971-72); 20. Aún (1972–1973); 22. RSI (1974-1975)

-           Teresa de Jesús, Las moradas7, Colección Austral / Espasa–Calpe, S.A., Madrid, 1964

*              Si bien hemos usado la Biblia de Jerusalén, cuando ésta emplea “amores”, hemos usado la versión de la Vulgata para traducir del latín ubera por “tetas”, ya que es éste el sentido en que los místicos la interpretan.                  Se pueden escuchar los 29 motetes (del francés motet, mot: 'palabra', que en los siglos XV y XVI se expande como pieza vocal polifónica a capella) del Canticum Canticorum Salomonis del compositor romano renacentista Giovanni Pierluigi da Palestrina (1450-1599), el autor más representativo de obras polifónicas ajustadas a las exigencias de la Contrarreforma, dirigido por Bruno Turner, en www.cduniverse.

 

[1] Antiguamente, se atribuía al sabio rey Salomón, hijo de David, la autoría del Cantar y por ello hasta hoy inapropiadamente integra los libros sapienciales junto con Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría y Eclesiástico.

[2] Sobre la experiencia de fe de este místico versa la tesis doctoral del fallecido Papa Juan Pablo II.

[3] Así como el falo no refiere al pene real, la distinción masculino-femenino no nos dice nada sobre ciertas diferencias anatómicas, sino sobre cómo funciona un sujeto. Por eso, el goce femenino no siempre se da en quien está privado de pene y, en cambio, puede darse en quien goza de él.

[4] Esta metáfora veterotestamentaria aparece también en el libro del profeta Isaías, cap. LXVI, versículo 12.

[5] Podemos apreciar varias esculturas y vitraux de estos santos en la parroquia de los Carmelitas del Prado (Montevideo), una de las más famosas en las que se celebra el sacramento del matrimonio.

[6] En el nudo de RSI sustituimos G j por Goce sexual, pues “el goce, en tanto sexual, es fálico, es decir, no se relaciona con el Otro en cuanto tal” (Aún, clase 1).

 7] Recordemos que por esta época se está produciendo en Alemania la reforma protestante. Entre las 95 tesis que Lutero clavó en la puerta del Castillo de Wittenberg en 1517, se denunciaba la lógica fálica del mercado de indulgencias que eximía de la pena del Purgatorio al sujeto que pagaba por la mediación de la Iglesia ante Dios.

 

BUDA y LACAN
Lic. Marcelo A. Pérez, psicoanalista. Bs. As. Argentina
 
 
"El analista dice al que se dispone a empezar Vamos, diga cualquier cosa...La transferencia se funda en esto... Puedo decir lo que sea y siempre resultará. Esto no le pasa a unos todos los dias..."
 
Jacques Lacan; L'envers de la psychanalyse: seminario del 14 de enero de 1970
 
En el Seminario sobre la Ética del Psicoanálisis ; Lacan nos informa –vía una cruel cita freudiana- que es en el Malestar en la Cultura , donde se nos recuerda que el goce es un mal ya que entraña el mal del prójimo; y –acto seguido- nos propone una tesis: el cruzamiento hacia la frontera más allá del principio del bien lo constituye lo bello .
La pregunta que se impone, tras este brevísimo introito, sería: ¿qué puede tener en común el Budismo con el Psicoanálisis? Más precisamente: el Budismo de Siddharta con el Psicoanálisis que Lacan supo interpretar desde Freud. Esa comunión no creemos, ciertamente, que sea otra cosa más que una ética. Para Buda, para Lacan; esa comunión quiere decir vacuidad. En términos clínicos: castración.
Así como Lacan ha escrito Kant con Sade, demostrando que el Bien ( Gute ) tiene su margen donde el goce tiene derecho al dolor; no hay duda que se impone un parafraseo al maestro: Buda con Lacan quiere decir que el analista –vía su constructo clínico, invento freudiano- no puede sino funcionar como un maestro zen –vía bodhisatva, vía Iluminación- para que la incompletud y lo inefable hagan eco en el corazón mismo del deseo. Podríamos recordar que Psique comienza a vivir como sujeto-del-pathos cuando el deseo la abandona. Como nos propuso Lacan con su Estadio-del-Espejo y nos subraya en el Seminario 2 : “… el yo (…) conserva un carácter cautivante del que hay que desprenderse para acceder a nuestra concepción de sujeto .
Sabemos que la función del análisis no se limita a responder a la demanda por el no sufrimiento; sino, antes bien, a aceptar –como nos enseñó Freud ya en sus primeros escritos- que el Sufrimiento es constitucional en el sujeto; y que se podrá pretender –en todo caso- transitar de la miseria neurótica a la desdicha cotidiana . Ese sufrimiento que, en términos del Buda, constituye su Primer Noble Verdad, se organiza a través de un vacío. El Budismo lo ha bautizado Sunyata, Freud: Spaltung ; que –valga la aclaración para ciertos espíritus reduccionistas- no debemos confundir con la escisión del Yo (Ich-Spaltung) ya que la lectura que Lacan nos ha enseñado habla de la Hiancia del Sujeto. Sujeto dividido, constitucionalmente, por lalengua que lo sujeta; atravesado –vía pulsional- por palabras. Si el analista no responde a la demanda para preservar el vacío; el Maestro Zen, con su acto, también intenta la renuncia, determinando que –más allá de la culpa y el temor- el sujeto responda no cediendo a su deseo.
Como nos propone Lacan, la Religión trata de evitar este vacío (lo desplaza – Verschiebung -); el Arte lo reprime ( Verdrangung ) y la Ciencia, sin más, directamente lo forcluye ( Verwerfung ); taponando –vía los nobles prototipos farmacológicos y el álgebra de su discurso- el síntoma constitucional del ser-hablante . Por eso no podemos confundir Psicoanálisis con Ciencia ni Budismo con Religión. Más allá de estos recursos con los que el sujeto cuenta para sostener-se ; se impone la espiritualidad –una ética de lo Bello- cuya frontera bordea los cánones de la filosofía y de la poesìa y que –como la histérica en sus comienzos- nos recuerda que el deseo no sólo sigue siendo una buena defensa contra el goce, sino que es, además, la característica que define lo humano.
 

James Joyce y el Síntoma

Por Araceli Fuentes; Madrid, España.

Jacques Lacan encuentra en la escritura de Joyce, la misma función que en el síntoma, el síntoma tal como lo piensa en el 75-76, como síntoma borromeo, es decir como lo que permite anudar los tres redondeles de cuerda, que anudados borromianamente por un cuarto, constituyen el nudo borromeo, un nuevo tipo de escritura, una escritura topológica.

La principal característica del nudo borromeo es que si cortamos cualquiera de sus redondeles, el nudo se deshace. El nudo borromeo nos muestra cómo pueden mantenerse unidas las tres dimensiones, real, simbólica e imaginaria, que habita el ser hablante, los tres registros en los que se realiza la experiencia de la subjetividad, por medio de un cuarto redondel.La importancia del cuarto redondel es esencial como condición de anudamiento, y esa función la pueden hacer tanto el nombre del padre como el síntoma.

El descubrimiento de la función del síntoma como condición de anudamiento, Lacan la encuentra, no sin sorpresa, en la obra de Joyce, lo que le hará preguntarse ¿Cómo puede la obra de arte rivalizar con el síntoma?. Este descubrimiento es de especial trascendencia en la clínica pues supone que sujetos para los cuales el padre no ha funcionado en su configuración típica tienen la posibilidad de inventar un síntoma equivalente: la escritura de Joyce es la prueba.La escritura de Joyce es el "tratamiento" que James Joyce da a ciertos fenómenos que sufre en su relación con la palabra, fenómenos que presentan cierta similitud con los de la psicosis. Para él la palabra, lo simbólico se le hace demasiado real, lo simbólico está directamente conectado con el goce sin la medicación de lo imaginario y del sentido. La polifonía de la palabra lo invade, el carácter parásito de las palabras no está velado para él. Joyce va a tratar este síntoma que él tiene con la lengua por medio de la escritura hasta transformarlo en el síntoma que el es, su verdadero nombre. “La escritura funcionó como un biombo para protegerse de los ecos infinitos de la lengua. Su ser era su síntoma”.(1)

De que escribir es su síntoma parece no haber duda, Joyce gozaba con eso, se conocen sus ataques de risa mientras escribía, como cada uno, él también goza de su síntoma. Todo síntoma incluido el de Joyce, desafía al sentido común. Joyce nada odiaba más que el sentido, el sentido y la evidencia eran para él lo peor de lo peor, el infierno.Su síntoma-escritura se ve llevado, en el working progress que constituye su obra, a atacar el sentido cada vez más hasta llegar a escribir Finnegans Wake, ese extraño aerolito con el que no se sabe qué hacer y que es imposible de leer y por supuesto de traducir, pues además está escrito en varias lenguas.

El artificio literario de Joyce está al servicio de romper la relación que hay entre enunciación y enunciado, al servicio de eyectar el sentido, lo que la hace ilegible, sobre todo en sus últimas obras. El uso, tan particular, que hace del equívoco está al servicio de hacerse un síntoma, es la operación inversa a la del analista, si el analista hace un uso del equívoco que le permite desalojar el síntoma, Joyce al contrario, con su uso del equívoco logra hacerse uno.Lo que lo lleva a hacer algo así algo sin sentido es que el gozaba con eso, sin embargo no les sucede lo mismo a sus lectores, el lector no goza con eso, lo que es lógico si pensamos que cada uno goza de su síntoma. Por la misma razón tampoco podemos considerar la escritura de Joyce como un producto de la sublimación, porque la sublimación consiste en producir un objeto para el goce del otro, y aquí no se trata de eso, sino del goce del propio escritor.Un síntoma que es ilegible pero capaz de cifrar lo real que se aloja en él. Un síntoma muy particular pues se trata de una obra de arte, un síntoma que no está en el cuerpo.

Lacan nos ha mostrado la particular relación de “dejar caer su cuerpo” que tenía Joyce en el episodio de la paliza que sufrió y tras la cual apenas sintió un atisbo de cólera contra sus agresores, atisbo que se desvaneció rápidamente como la cáscara se desprende del fruto maduro.Esta extraña relación con su propio cuerpo, es la consecuencia, nos dice Lacan, del error del nudo de Joyce (2), en el que lo simbólico y lo real se conectan directamente, mientras que el redondel de lo imaginario queda suelto. Imaginario dónde Lacan sitúa el cuerpo en el nudo borromeo.Con su escritura Joyce logra corregir el error de su nudo y hacerse un Ego, el Ego joyciano no está hecho como el de todo el mundo, no se funda en la adoración de la propia imagen, sino que es un Ego escritural, Joyce podía dejar que golpearan su cuerpo, pero no su arte, no era de “artorgullo” de lo que carecía puesto que entre los artistas se consideraba “THE ARTIST”, el artista con mayúscula, el único.Al hacerla publicar, tarea a la que el escritor dedicó tiempo y desvelos, Joyce consiguió hacerse un nombre de artista, a lo que se sentía imperiosamente llamado.La tesis de Lacan al respecto es la de que si Joyce se sentía tan imperiosamente llamado a hacerse un nombre era en razón de su “falta de padre”, de la “carencia paterna”que padecía..Jhon Joyce, el padre del artista fue un hombre fanático, borracho y fanfarrón que se dilapidó los pocos bienes que tenían y pretendió descargar sus deberes familiares sobre los hombros de su hijo James, al que solía pedir dinero. Este padre no le enseño nada y lo único bueno que hizo por él es haberlo dejado en manos de los Jesuitas que lo educaron y donde él adquirió el armazón de su pensamiento, aunque fuera para pensar en contra y situarse como hereje...(3)“Esa falta de padre” Joyce la va a compensar con su síntoma-escritura, gracias a la cual logra hacerse un nombre con el que se inscribe en la historia de la literatura."Joyce es aquel que se privilegia de haber llegado al punto extremo para encarnar en él el síntoma, eso por lo que escapa a toda muerte posible..”.(4)“Joyce es hijo de su síntoma”, nos dirá Lacan.

Araceli Fuentes (Madrid)

NOTAS

(1) MILLER, J-A., "Lacan con Joyce", Uno por Uno, núm. 45, Barcelona:EOLIA, 1990.(2) LACAN, J., Le Seminaire Le Sinthome, núm. XXIII, París: SEUIL, 2005.(3) Id.(4) LACAN, J., "Joyce el Síntoma I", Uno por Uno, núm. 44, Barcelona:EOLIA, 1990.

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Etiquetas: araceli fuentes psicoanalisis joyce sintoma lacan freud

martes 4 de noviembre de 2008

¿Por qué la pulsión es siempre pulsión de muerte?





 

 


[6] (masculino) se sitúa en la conjunción de lo Simbólico con lo Real y, por ello, en el discurso del Otro se conjuga este goce por el hecho de la palabra, en tanto es impuesta desde la cultura, las instituciones, el Estado, el mercado, la familia.

Freud lo ha tomado para señalar
en la Traumdeutung que “los síntomas de la histeria no podrán ser interpretados si se olvida que lo cotidiano y lo trivial pueden procurar el mejor escondrijo a los símbolos sexuales” (El trabajo del sueño, el miramiento por la figurabilidad). De este modo, también recordaba en la 10ª Conferencia de Introducción al psicoanálisis que significantes arquitectónicos y culinarios son empleados para simbolizar lo relativo al cuerpo y los genitales: el “huerto” de la novia es una metáfora del órgano sexual femenino.

Hablar de literatura es hablar de escritura y de lectura; pero –nobleza obliga- es antes bien, hablar de letra.  Alguna vez Lacan pronunció que su único invento (junto a lo real) era una letra; y la bautizó a; pequeña-a.  Letra que metaforiza la falta.  Letra que está en el centro del nudo borromeo de tres: nudo que también puede (a)lbergar tres puntas lingü(H)histéricas: la palabra (parole, la palabra hablada que es la que nos interesa en tanto analistas; a diferencia de la mot) del lado del analizante; la escritura, del lado del texto que se produce a partir de la lectura, del lado del analista:

Como vemos la presencia del analista es causa de la producción inconsciente.  Sólo bajo transferencia lo inconsciente se escribe en un discurso; de aquí que lo inconsciente no es un descubrimiento sino un invento de Freud.  Digamos, con cierto apuro, que lo inconsciente son Gedankes, pensamientos… y que el sujeto piensa -¡oh casualidad!- con palabras. 

Letra, objetos-letras, huellas… Freud lo sabía, sin conocer los alcances del ginebrino Ferdinand de Saussure y la obra que –a partir de sus clases- produjeron sus alumnos.  Lo supo desde el comienzo, cuando intentó separarse de la neurología; lo supo cuando le escribía a Fliess la famosa Carta 52º.  Lacan así lo entiende:

Cuando saco partido de la carta 52ª a Fliess, es al leer lo que Freud podía enunciar bajo el término que forja como WZ, Wahrnehmungszeichen, como lo más cercano al significante, en la época en la que Saussure todavía no lo ha reproducido (del signans estoico). Que Freud lo escriba en dos letras, no prueba más que en mí, que la letra sea primaria.”  (Op.Cit.)

El cuerpo del sujeto es un cuerpo atravesado por palabras.  WahrnehemungZeichen quiere decir –sabiduría mítica mediante- Signos-que-Capturan-la-Verdad: Wahrnehumeng quiere decir Captura-de-la-Verdad.  Técnicamente se ha traducido como Percepción.  Signos Perceptivos; lugar-de-verdad. Lugar de sabiduría.  Lugar de marcas.  Si hay marcas –si hay voz que resuene- hay cuerpo: es decir que los agujeros se transforman en zonas erógenas a partir de la falta: “La pulsión es el eco de que, en el cuerpo, hay un decir” (Lacan; Seminario XX: Aún)

Letra, letras, fonemas, palabras… “El psicoanálisis es una experiencia de palabra” (J. Lacan; Instancia de la letra en lo Inconsciente o la razón desde Freud.) sentencia que podríamos parafrasear diciendo: “el psicoanálisis es la praxis de lalengue articulada en un discurso  Decimos lalengua ya que, como sabemos, el lenguaje no existe; en todo caso se presenta –en el mejor de los casos- agujereado. 

Sabemos que la clínica del campo freudolacaniano está basada en esta Instancia; sabemos –por eso- que no existe lo psicopatológico –más que para el discurso universitario- puesto que existe la clínica en función de la letra; en función de la falta; en definitiva: en función de la Castración.  No hay psicopatología pero sí avatares de castración medidos por el Falo y su Bedeutung.  Existe, pues, la clínica en función del Hablaje (término que usurpo del Seminario 22 de Lacan); en función fálica.  Y, como sabemos, la PALABRA puede ser Reprimida –neurosis-, Renegada –perversión- o Forcluída -psicosis-. Es decir que –abusando de términos- la Estructura es un dilema del discurso; no de la conducta; efecto fenoménico del cual el psicoanálisis no puede diagnosticar nada en absoluto.  Discurso versus Conducta.  Palabra versus Psicología: “…la psicología no es más que un error de perspectiva del ser humano.” (Lacan; Seminario I: Escritos Técnicos de Freud)  Lectura versus Diagnóstico. Poesía versus Ciencia.

¿Por qué opongo la lectura, la poesía, al diagnóstico? Porque existe la Pulsión. Que siempre es de Muerte, anudando lo real-sexual y con-vocando al Goce del Sujeto.  Si hay goce, si hay pulsión; entonces todo diagnóstico no puede más que enmarcarse en el punto donde la letra se a-marra al discurso; donde el goce produce síntoma.  Hay síntoma, más no sintomatologías al modo de la nosografía médica.  Lacan decía que un diagnóstico es al final de un análisis; algo de eso pronuncia el Sinthome.

Ese camino-hacia-la-muerte llamado Goce; es producto del significante: “el significante se sitúa a nivel de la sustancia gozante” (Lacan; Seminario XX: Aún.) El Otro, con su PALABRA –con su deseo y con su amor- hace barrera al goce: es el remedio que el Otro nos ofrece para regular la descarga.  El análisis va por ese camino: Hable que algo surgirá, pero –mientras tanto, mientras habla- usted goza.  “Lo inconsciente es que el sujeto hablando, goce; y no quiera saber nada…” (Lacan; Op.Cit.)  Es decir pues que el lenguaje no es un invento de la comunicación: es un bien-de-goce.  Roland Barthes dirá que el enamorado frota su falo a través del discurso amoroso.  Todo aquel que habla, demanda.  Toda demanda –sabemos desde Lacan- es de amor: “De lo único que se habla en un análisis es de amor.” (Lacan; Op.Cit.)

Dentro del artificio analítico (donde toda mentira es verdad) el analista leerá la novela-individual-del-neurótico (su Mito) exagerando lo escrito… Alguien ha dicho que el poeta va en contra de la palabra, del lenguaje; he aquí donde la poesía aleja al psicoanálisis de la ciencia.  Toda interpretación que se precie será poética, o no será. Mentir bien la verdad; capturarla… hacerla re-sonar; eco que se diluye en el fantasma.

La letra-a, el invento lacaniano por excelencia, nombra la falta.  Toda falta es desecho: Jean Claude Milner –en su Obra Clara- nos recuerda que no existe obra sin desecho.  Digo “nos recuerda” porque no hace más que citar a Freud, cuando Lacan lo lee: para que exista un cuerpo es necesario perder algo; con el mito de la laminilla / hommelette; Lacan –en su Seminario XI: Los Cuatro Conceptos…- nos hace saber que sin pérdida no hay sujeto.  ¿Se lee –ciertamente- como la Castración es una propiedad positiva y no negativa? Basta recordar el paradigmático caso de Juancito: su fobia se produce porque no ha operado la Castración como debería. 

No existe obra sin falta; sin residuo, sin que algo se vacíe.  No existe literatura sin pérdida ni psicoanálisis sin corte.  Literatura es producción; es sublimación.  El corte posibilita que “allí donde Eso goza, el sujeto-deseante produzca”.

Ese corte, en términos topológicos, es la barra que divide, que barra, que tacha, al sujeto de bruto-goce: “Tachadura de cualquier rastro [huella] que esté de antemano, es lo que hace tierra del litoral. Litura pura, es lo literal. Producirla, es reproducir esta mitad sin par por la que el sujeto subsite.” (Lacan; Seminario XVIII).

 

 

Marcelo A. Pérez, psicoanalista

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