PSICOANÁLISIS Y FILOSOFÍA
René Magrite-Corde-sensible--1960-33075
La singularidad radical: cinismo y psicoanálisis
Jairo Gallo Acosta, psicoanalista; Bogotá, Colombia.
"Vivir no es malo, vivir mal sí lo es" Diógenes
“El cinismo es lo más elevado que puede alcanzarse en la tierra; para conquistarlo hacen falta los puños más audaces y los dedos más delicados" Nietzsche
“El deseo es la esencia del hombre” Jacques Lacan
La frase del deseo como la esencia del hombre Lacan la recoge de Spinoza, y no se cansa de repetirla lo largo de sus seminarios, por la sencilla razón que el deseo es con lo que se encuentran los psicoanalistas en su práctica.
“El deseo es, en el inconsciente, reprimido, indestructible, enigma que precisamente todo el desarrollo de su obra está destinado a responder” (Lacan, 1994)
La anterior definición que Lacan toma de lo dicho por Freud nos hace relacionar al deseo con el psiquismo humano, siendo el deseo lo más particular del psiquismo humano, del sujeto, y es aquello que le permite situarse frente a una realidad, un mundo, Otro.
“El deseo es a la vez subjetividad, es lo que está en el corazón mismo de nuestra subjetividad, lo que es más esencialmente sujeto, y al mismo tiempo lo más opuesto, que se opone allí como una resistencia, como una paradoja, como un núcleo rechazado. Es a partir de acá, he insistido allí muchas veces, que toda la experiencia ética está desarrollada en una perspectiva al término de la cual tenemos la fórmula enigmática de Spinoza, que el deseo es la esencia misma del hombre” (Lacan, el deseo y su interpretación)
La subjetividad al ser singularidad convierte al deseo es estructurante de esa subjetividad, y el psicoanálisis de lo que se encarga es de eso subjetivo, de dar cuenta de ese deseo en un sujeto, de esa singularidad.
La subjetividad y la singularidad no tuvieron que esperar al psicoanálisis para ser tenida en cuenta, son varias las escuelas filosóficas o filósofos que a lo largo de la historia trataron de constituir un saber y una práctica que sostuviera esa singularidad hasta las últimas consecuencias, es decir, sostener una ética. Entre esas se puede contar a la escuela cínica, la de Antítenes y Diógenes, la de los “filósofos llamados perros” – que no hay que confundir con el cinismo actual – Los cínicos más que perros guardianes son sabuesos, perros excluidos (Cinosargo), el lugar de los suburbios, allí nació la escuela cínica, en la periferia, en aquello rechazado por la “oficialidad” o normatividad-¿no es acaso este el mismo lugar del nacimiento del psicoanálisis y su lugar en la actualidad? –
“Desde el punto de vista de un urbanismo simbólico, el cínico decidió escoger un lugar lindero con los cementerios, los extremos, los márgenes (…)En el Cinosargo se encontraban los excluidos de la ciudadanía, aquellos a quienes el azar del nacimiento no había hecho dignos de tener acceso a los cargos cívicos. De modo que la escuela cínica vio la luz en los suburbios, lejos de los barrios ricos, en un espacio destinado a los excluidos, a aquellos a los que el orgullo griego había dejado de lado.” (Onfray, 2002)
El antiguo orgullo griego se podría reemplazar por el culto actual al éxito, a la belleza, a la juventud, el psicoanálisis desde su práctica se ubica lejos de esos ideales actuales, del “winners” o lo “fast”, de la productividad capitalista, desde ese lugar el psicoanálisis no es una disciplina útil (de ahí su constante crítica desde la estandarización eficaz, eficiente y efectiva).
El psicoanálisis no es que se oponga a los bienes materiales, no es el culto a lo espiritual – como ciertas “filosofías orientales” o “New age” lo proponen, que no son más que la conversión de lo material a lo espiritual, convirtiendo lo espiritual o en otro bien más-lo que propone el psicoanálisis es una ética de la existencia que sostenga eso particular de cada sujeto: su deseo; un deseo inconsciente que tiene que arreglárselas con el goce, las pulsiones, los fantasmas, los objetos, pero sobretodo con ese Otro.
El cínico al igual que el psicoanalista se encarga del malestar, de aquello que no puede “andar” en la cultura, pero no para eliminarlo, sino para que cada sujeto se pueda hacer cargo de ello.
“Diógenes se erige pues en médico de la civilización cuando el malestar desborda las copas y satura la actualidad (…)Figura de la resistencia, el nuevo cínico impediría que las cristalizaciones sociales y las virtudes colectivas, transformadas en ideologías y en conformismo, se impusieran a las singularidades. No hay otro remedio contra las tiranías que no sea cultivar la energía de las potencialidades singulares, de las mónadas. ” (Onfray, 2002)
Llevar la singularidad hasta las últimas consecuencia no es otra cosa que la ética del deseo que propone el psicoanálisis, donde cada quién encuentre su verdad, aquella verdad de lo inconsciente, esa es la ética del psicoanálisis.
“La ética es entonces un juego: además de ser un arte, apela a esa parte de nosotros que corresponde al gusto por lo agónico, el vértigo y el mimetismo. A rato artista, a rato médico, atleta o bailarín, el filósofo mantiene más relaciones con la estética que con la ciencia, más relación con lo bello que con lo verdadero. Diógenes es lo contrario de un positivista: Kierkegaard diría que era un filósofo ético, Nietzsche lo llamaría un filósofo-artista” (Onfray, 2002)
Para los cínicos las representaciones es lo más particular de un sujeto, ya que este lo puede usar a su antojo, desde el psicoanálisis se diría las imagos freudianas, los pensamientos bionianos o los significantes lacanianos (con sus diferencias).
Has actuado en conformidad con tu deseo? nos increpa Lacan, más allá de las arandelas narcisísticas o imaginarias, más allá de los formalismo simbólicos que a cada rato nos protegen (la moral del poder, del servicio de los bienes) y nos hacen andar por el mundo y sobrevivir, pero que también nos hace alejar en muchas ocasiones del deseo.
Para Lacan el problema del deseo, es que no es algo con lo que el sujeto llegue investido, poseído, a la vida.Tiene que situarlo, encontrarlo a su costo y a su más grande pena, al punto de no poderlo hallar sino en el límite, en su acción, que no puede ser realizable, sino a condición de ser mortal.
El deseo engendra al sujeto, desde el objeto a, objeto causa del deseo, y allí el sujeto por medio de ese acto causante surge, es así que el sujeto a lo largo de su vida tiene que sostener ese deseo por medio de un acto, una ética del deseo.
Hay que aclarar que un acto para el psicoanálisis no es ni una descarga motriz ni cualquier movimiento. El acto representa la acción del sujeto, que a diferencia de la simple descarga motora, reafirma al sujeto de modo diferente en relación al Otro. El acto es un significante que se repite y es en esto que es fundador del sujeto. Aunque esta, es repetición de un acto imposible (la de una escena primordial), es de lo Real.Imposibilidad que se muestra por el intento del significante trata de significarse así mismo por intermedio del acto, intento que apunta a que el sujeto sea equivalente a su significante, aunque no por eso queda menos dividido.
Para Zizek un acto implica la afirmación de lo Real, supone atravesar la realidad fantasmática tal como la observamos cotidianamente: “un acto en tanto opuesto a la mera actividad; en síntesis: el actoauténtico involucra perturbar, atravesar el fantasma (Zizek, 2001)
El "acto" desde el psicoanálisis se define por el encuentro con lo Real traumático, el "acontecimiento". Aquí la dimensión del acto se acerca la dimensión de ética lacaniana en donde no hay que ceder ante el deseo que nos remite a aquello más radical del sujeto.
Esta ética del deseo no puede confundirse con una variante perversa del psicoanálisis, ni con un “camino a seguir”, el deseo de lo singular de un sujeto, y cada sujeto tendrá que hacer ese recorrido para sostenerse como tal.
El psicoanálisis implica que el sujeto pueda acercarse o percibir algo de su singularidad, eso es lo más radical que puede hacer un sujeto, su “acto”, los cínicos lo intentaron en la antigua Grecia, el psicoanálisis desde Freud también, de ahí la posible explicación a su rechazo desde varios puntos (desde la psicología pasando por la religión hasta llegar a la filosofía), casi en ningún lado es cómodo el psicoanálisis, así como el sujeto tampoco lo es, es por eso que siempre hay que cuestionar los “lugares cómodos” que se ofrecen en nombre de diferentes “ideales”, incluso desde el mismo psicoanálisis, esa “comodidad” le costó caro a psicoanálisis en Norteamérica -hasta el punto de cas desaparecer en los últimas décadas – aquí habría que investir la supuesta frase freudiana de llevar la peste a Estados Unidos, ya que allí el psicoanálisis fue “apestado” por una ética no del deseo, sino una ética utilitaria – que aunque no fue generalizada – si fue lo suficientemente importante para influenciar a un psicoanálisisadaptacionista contrario a la ética y el deseo inconsciente, el cual no se adapta sino recrea, vía pulsión de vida –ligazones – amor. Aunque hay que decir sostener esto último es más complicado de lo que se cree, no por nada Freud consideraba la labor analítica como una labor de lo imposible.
Para terminar hay muchas versiones de la muerte de Diógenes, desde la muerte por contener su propia respiración hasta que se atragantó con un pulpo, lo que tiene en común todas esa versiones es que el “cínico perro” murió viviendo, es decir, hizo de su propia muerte un acto de vida, un acto de deseo, de ahí su singularidad como sujeto, Diógenes y la escuela cínica nos dejó una pregunta que el psicoanálisis tiene que retomar ¿es posible vivir de acuerdo a sus principios? que desde el psicoanálisis se podría traducir, ¿es posible vivir de acuerdo al deseo?, pregunta que podría sostener un proyecto psicoanalítico hacia el futuro, tanto para el psicoanálisis como para aquellos sujetos que necesitan ser reconocidos como tal.
Notas
Lacan, J (1994) Seminario, libro 4. La relación de objeto. Buenos aires, Paidós.
_______El deseo y su interpretación.
Onfray, M (2002) Cinismos. Retrato de los filósofos llamados perros. Buenos Aires. Paidós
Zizek, S (2002) El espinoso sujeto. Buenos Aires, Paidos.
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sábado 27 de diciembre de 2008
James Joyce y el Síntoma
Por Araceli Fuentes; Madrid, España.
Jacques Lacan encuentra en la escritura de Joyce, la misma función que en el síntoma, el síntoma tal como lo piensa en el 75-76, como síntoma borromeo, es decir como lo que permite anudar los tres redondeles de cuerda, que anudados borromianamente por un cuarto, constituyen el nudo borromeo, un nuevo tipo de escritura, una escritura topológica.
La principal característica del nudo borromeo es que si cortamos cualquiera de sus redondeles, el nudo se deshace. El nudo borromeo nos muestra cómo pueden mantenerse unidas las tres dimensiones, real, simbólica e imaginaria, que habita el ser hablante, los tres registros en los que se realiza la experiencia de la subjetividad, por medio de un cuarto redondel.La importancia del cuarto redondel es esencial como condición de anudamiento, y esa función la pueden hacer tanto el nombre del padre como el síntoma.
El descubrimiento de la función del síntoma como condición de anudamiento, Lacan la encuentra, no sin sorpresa, en la obra de Joyce, lo que le hará preguntarse ¿Cómo puede la obra de arte rivalizar con el síntoma?. Este descubrimiento es de especial trascendencia en la clínica pues supone que sujetos para los cuales el padre no ha funcionado en su configuración típica tienen la posibilidad de inventar un síntoma equivalente: la escritura de Joyce es la prueba.La escritura de Joyce es el "tratamiento" que James Joyce da a ciertos fenómenos que sufre en su relación con la palabra, fenómenos que presentan cierta similitud con los de la psicosis. Para él la palabra, lo simbólico se le hace demasiado real, lo simbólico está directamente conectado con el goce sin la medicación de lo imaginario y del sentido. La polifonía de la palabra lo invade, el carácter parásito de las palabras no está velado para él. Joyce va a tratar este síntoma que él tiene con la lengua por medio de la escritura hasta transformarlo en el síntoma que el es, su verdadero nombre. “La escritura funcionó como un biombo para protegerse de los ecos infinitos de la lengua. Su ser era su síntoma”.(1)
De que escribir es su síntoma parece no haber duda, Joyce gozaba con eso, se conocen sus ataques de risa mientras escribía, como cada uno, él también goza de su síntoma. Todo síntoma incluido el de Joyce, desafía al sentido común. Joyce nada odiaba más que el sentido, el sentido y la evidencia eran para él lo peor de lo peor, el infierno.Su síntoma-escritura se ve llevado, en el working progress que constituye su obra, a atacar el sentido cada vez más hasta llegar a escribir Finnegans Wake, ese extraño aerolito con el que no se sabe qué hacer y que es imposible de leer y por supuesto de traducir, pues además está escrito en varias lenguas.
El artificio literario de Joyce está al servicio de romper la relación que hay entre enunciación y enunciado, al servicio de eyectar el sentido, lo que la hace ilegible, sobre todo en sus últimas obras. El uso, tan particular, que hace del equívoco está al servicio de hacerse un síntoma, es la operación inversa a la del analista, si el analista hace un uso del equívoco que le permite desalojar el síntoma, Joyce al contrario, con su uso del equívoco logra hacerse uno.Lo que lo lleva a hacer algo así algo sin sentido es que el gozaba con eso, sin embargo no les sucede lo mismo a sus lectores, el lector no goza con eso, lo que es lógico si pensamos que cada uno goza de su síntoma. Por la misma razón tampoco podemos considerar la escritura de Joyce como un producto de la sublimación, porque la sublimación consiste en producir un objeto para el goce del otro, y aquí no se trata de eso, sino del goce del propio escritor.Un síntoma que es ilegible pero capaz de cifrar lo real que se aloja en él. Un síntoma muy particular pues se trata de una obra de arte, un síntoma que no está en el cuerpo.
Lacan nos ha mostrado la particular relación de “dejar caer su cuerpo” que tenía Joyce en el episodio de la paliza que sufrió y tras la cual apenas sintió un atisbo de cólera contra sus agresores, atisbo que se desvaneció rápidamente como la cáscara se desprende del fruto maduro.Esta extraña relación con su propio cuerpo, es la consecuencia, nos dice Lacan, del error del nudo de Joyce (2), en el que lo simbólico y lo real se conectan directamente, mientras que el redondel de lo imaginario queda suelto. Imaginario dónde Lacan sitúa el cuerpo en el nudo borromeo.Con su escritura Joyce logra corregir el error de su nudo y hacerse un Ego, el Ego joyciano no está hecho como el de todo el mundo, no se funda en la adoración de la propia imagen, sino que es un Ego escritural, Joyce podía dejar que golpearan su cuerpo, pero no su arte, no era de “artorgullo” de lo que carecía puesto que entre los artistas se consideraba “THE ARTIST”, el artista con mayúscula, el único.Al hacerla publicar, tarea a la que el escritor dedicó tiempo y desvelos, Joyce consiguió hacerse un nombre de artista, a lo que se sentía imperiosamente llamado.La tesis de Lacan al respecto es la de que si Joyce se sentía tan imperiosamente llamado a hacerse un nombre era en razón de su “falta de padre”, de la “carencia paterna”que padecía..Jhon Joyce, el padre del artista fue un hombre fanático, borracho y fanfarrón que se dilapidó los pocos bienes que tenían y pretendió descargar sus deberes familiares sobre los hombros de su hijo James, al que solía pedir dinero. Este padre no le enseño nada y lo único bueno que hizo por él es haberlo dejado en manos de los Jesuitas que lo educaron y donde él adquirió el armazón de su pensamiento, aunque fuera para pensar en contra y situarse como hereje...(3)“Esa falta de padre” Joyce la va a compensar con su síntoma-escritura, gracias a la cual logra hacerse un nombre con el que se inscribe en la historia de la literatura."Joyce es aquel que se privilegia de haber llegado al punto extremo para encarnar en él el síntoma, eso por lo que escapa a toda muerte posible..”.(4)“Joyce es hijo de su síntoma”, nos dirá Lacan.
Araceli Fuentes (Madrid)
NOTAS
(1) MILLER, J-A., "Lacan con Joyce", Uno por Uno, núm. 45, Barcelona:EOLIA, 1990.(2) LACAN, J., Le Seminaire Le Sinthome, núm. XXIII, París: SEUIL, 2005.(3) Id.(4) LACAN, J., "Joyce el Síntoma I", Uno por Uno, núm. 44, Barcelona:EOLIA, 1990.
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martes 4 de noviembre de 2008
¿Por qué la pulsión es siempre pulsión de muerte?
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martes 4 de noviembre de 2008